viernes, noviembre 23, 2007

Iluminado

Se sostiene sobre una línea gruesa y clara, que recorre el espacio. Va cansado pero firme como un hombre del Sahara. Se abre en mundos verdes, suaves al tacto.
Corolas esperan una brisa nocturna, atraviesan el velo del tiempo.
Su rojo suave aspira a la cima de la forma.

Iluminado, el malvón enciende mi armonía.

jueves, noviembre 22, 2007

Los peces


Mi gran amigo Juan Carlos Diez nos acaba de regalar otro libro. Esta vez, de poesía. Se llama El nacimiento de los peces. Y es tan sólo el primero de versos de Juan (que hace poco publicó el inevitable Martropía. Conversaciones con Luis Alberto Spinetta), de quien nos esperan (o al menos esperamos), muchas más estrellas, mucha más luz y muchos más puentes.

Este es uno de los poemas del libro*.



Sendero

Estación de lluvia

Puente colgante
sostenido
por el mero piar de la calandria

La senda
es de huellas
en el barro

Rastros de luna
dispersos en los charcos

Regreso
a mi asilo de palabras
Soy la rama en el viento

escribo para nadie



El nacimiento de los peces (ediciones del dock) se consigue en las librerías de la calle Corrientes.

O escribiendo a pecesrojos@gmail.com

jueves, noviembre 15, 2007

Elarte

Y me dijo, mirándose al espejo:
"A veces me siento como un músico que vive de la plata que le da tocar en una banda de covers que hace temas de los Auténticos Decadentes en cumpleaños de 15"

domingo, noviembre 11, 2007

Acerca de Dios, los santos y la madre tierra


Gracias a las pocas cosas buenas que tiene mi trabajo, tuve la suerte de poder hablar con algunos sabios mapuches a partir de este paradójico evento donde la Iglesia (gran instrumento asesino de la colonización) beatifica a un nativo --Ceferino Namuncurá-- de la tierra que arruinó.
Antes que sacar conclusiones propias, prefiero transcribir algunas de las frases que Peti Pichiñam (del Centro de Educación Mapuche de Neuquén) y Jorge Nahuel (werken de la Coordinadora de Organizaciones Mapuche de Neuquén) me han dicho. Y que las conclusiones las saquen ustedes, queridos visitantes.

Nahuel: "Nosotros no concebimos ni esas crueles armas ni semihéroes llamados "santos", una especie de personajes literarios que tienen prohibidas las cosas más naturales de la vida. ¡Hasta el sexo, que es lo más natural de la naturaleza".

Peti: "El perdió la armonía, lo sacaron de su entorno cuando lo llevaron a BsAs, ahí sufrió la primera lavada de cabeza. Cuando se va a Europa muere de tuberculosis (una enfermedad invasora) y muere de pena, lejos de su tierra. Y la relación con nuestra tierra es nuestra fuerza."

Nahuel: "Esta demostración de nuevo engaño desde el Vaticano nos mantiene alertas, elusivos, negándonos a semejantes premios postmortem para nuestros muertos asesinados por ellos mismos".

Peti: "Las diversas vidas del universo tienen espíritus, vidas. Y como vidas tienen su propia organización y esa circularidad ordenada, o la interrelación entre las fuerzas (az mapu), para nosotros es el concepto abarcador de que no hablamos de tierra como suelo si no como el todo. Nosotros somos mapu, todos lo somos y cada uno cumple un rol. Y ninguno es superior a otro y por eso entendemos la diversidad para lograr el equilibrio."

Nahuel: "Todos formamos parte equilibrada del mismo círculo natural, no hay jerarquías ni menos papas dictadores en nuestro Pueblo Originario Mapuche".

Y yo no logré preguntarles qué opinaban acerca de que el Gobierno de Río Negro haya gastado 1 millón de pesos en armar la "fiesta".

¿Gastarán lo mismo para evitar que se mueran de hambre --como de hecho ocurre- comunidades aborígenes enteras?



A quien le interese ver el texto publicado puede hacer click acá.

viernes, noviembre 02, 2007

El Supremo

Una noche iba a lo de mi amigo Juano y, una esquina antes llegar a su casa alguien me hace señas. Otro que no conociera la cuadra, que no conociera su cara, la cara del que me hacía gestos, jamás hubiera parado, más bien todo lo contrario.
Pero es uno de sus actos reflejo nocturnos. Aparece un auto y él levanta la mano.

Mientras espera que eso ocurra --porque a esa hora de la madrugada, en esa esquina de Avellaneda sólo pasan autos y, en todo caso,si alguien aparece caminando es presa fácil--, El Supremo se muerde las uñas llenas de mugre de sus dedos. Tiene los dientes verdes y muchos granos en la cara; son los mismos desde que lo conozco.

El Supremo tenía 10, 12 años y ya andaba asustando en esa misma cuadra de ahora a los pibitos que salían de las escuelas. Les pedía plata, el alfajor que llevaban, los escupía. Lo que cualquier pibe de la calle, tal vez, hubiese hecho. Les tenían miedo y las madres recomendaban a sus hijos que ni le hablen, pero los nenes lloraban. Algunas llamaron a la policìa más de una vez. Nadie podía lograr que él desapareciera de allí.

Ahora El Supremo debe de tener ventipico pero ya no asusta a nadie. Porque no quiere, creo.

Aquella noche en que iba a lo de Juano, me hizo señas de que parase y paré. Bajé la ventanilla y nos saludamos con la mano. Al estrechar la suya volví a sentir esa sensación de extrañeza que vivo cada vez que nuestras manos se juntan: su piel gruesa raspa, duele.
Nunca me llamó por mi nombre y no estoy seguro de que lo sepa. Me preguntó si iba a buscar a Juano (tampoco sé si sabe su nombre, pero conoce perfectamente quién es amigo de quién y en todo caso los ubica con facilidad: Juano, para él es el narigón o el flaco de la esquina y representa a los más grandes que él, con los que no jode ni jodió). Después me pidió unas monedas. Yo no tenía. Pero sí llevaba una bolsa con remeras que le iba a dar a mi amigo, así que le dí una a él.

No hizo mucho alarde de las gracias y eso me tranquilizó. Después de todo, dudo de que El Supremo alguna vez se haya alegrado sin haber fumado porro o aspirado poxirán. No lo imagino riendo de felicidad, pero sí lo recuerdo con una sonrisa cínica, solitaria, de ojos rojos y labios lastimados. Estoy seguro de que nunca lloró.

El Supremo llega a esa esquina, la de Piaggio y San Martìn, antes del mediodía y se va a eso de las tres de la mañana. Siempre hace lo mismo desde que era un nene. Va zafando porque los de los negocios le piden changas: que lleve un sobre, que cuide el auto o nada, unas monedas porque sí, porque siempre está en el mismo lugar. Antes no zafaba con nada porque era pibe y era bardero, pero estaba lejos de su casa, que era (y aún es) lo importante. El Supremo vive en Villa Tranquila.

Hace un rato llevaba a Juano a su casa. Veníamos de comer un asado en Sarandí. Eran casi las 3 am. Lo dejé a mi amigoa. Agarré contramano Piaggio, doblé la esquina y no lo ví.

Enseguida apareció en la otra. Llevaba una remera blanca. Lo encontré mirando para arriba, no sé si a la noche nublada o a un balcón. Tal vez esperaba que algo le cayera del cielo.

Al escuchar el ruido del auto, a unos metros, El Supremo bajó la cabeza y me miró. Levantó el brazo, me saludó con un gesto mínimo que salió fundamentalmente de sus ojos pero no intentó detenerme. Sólo volvió, enseguida, a tirar su frente para atrás.
Algo estaba pasando allá arriba. Supongo que no era más que tiempo.