"En ese preciso momento llamaron a la puerta de su habitación en el pequeño hotel donde estaba alojado, para anunciar la cena. Antes de bajar tuvo tiempo de pensar: el que vive no existe porque no piensa que vive. Sólo el moribundo vive, porque está consciente de que vive pero puede dejar de vivir".
De Extraño y pálido fulgor.
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