lunes, junio 25, 2012

El club del barrio

foto: Telam
Cuando yo tenía 10, 11 años todavía jugábamos a la pelota en la calle. En mi caso, que vivía sobre Avenida Mitre, lo hacíamos unas cuadras más atrás: en Estomba, en Estrada, en la curvita entre Iberá y Hernán Cortés. O del otro lado de Mitre, en Rivadavia o Spurr. Pero muchas veces nos gustaba jugar con arcos (con redes) y entonces una de las posibilidades era ir a Arsenal. Las puertas del club, como todo club de barrio con muchos clubes, siempre estaban abiertas. 
Arsenal siempre fue el club de los Grondona, incluso cuando "los Grondona" no tenían la fama global de ahora. La ferretería todavía estaba ahí, posta. Pero también era el club de Sarandí, el más grande de los chicos como Esperanza, San Martín, Cultural, Crucesita Este, Villa Modelo, Bernasconi y tantos otros. Incluso más grande que el club Mitre, que alguna vez estuvo afiliado a AFA y de donde salió otro dirigente emblemático del Rojo como Pedro Iso.

El club del barrio. Los Grondona vivían en Sarandí, no en Puerto Madero. Don Julio no tenía chofer y por ahí pasabas caminando y lo veías tomando un café con un jovencísimo Burruchaga o con su amigo Di Pace en el Bar Sarandí, a 20 metros del Viaducto. Aprendí a reconocerlo como celebridad de Sarandí en esa época, un día que me levantó del piso, en la entrada a mi casa. Salí corriendo del ascensor hacia la puerta, con los botines puestos y me fui de ojete casi abajo suyo. Grondona entraba para visitar a una hija que vivía en el octavo piso, creo, y le aparecí como un líbero entregado al mano a mano con el nueve. Fue como si le hubiera ido a quitar la pelota con los pies hacia adelante, en una clara jugada con riesgo para el físico del adversario, dirían los comentaristas reglamentaristas; digamos que para amarilla, mínimo. Pero el viejo abrió las piernas, como si me hubiera estado esperando, y pasé por abajo suyo. Agachó la cabeza, me miró (yo no tenía más de 10 años), se río y le dijo algo a mi viejo, probablemente no más que "hola", ni siquiera un comentario sobre mi intempestiva y prometedora aparición. Lo recuerdo grandote, en camisa de mangas cortas, con manos pesadas, y dedos gordos, que se me clavaron en las axilas y me impulsaron hasta ponerme de pie y yo le dije gracias y el me acarició la cabeza y salí corriendo a la vereda y después mi viejo, en el auto, me dijo que ese señor era Julio Humberto Grondona, el presidente de la AFA, la "prestigiosa" AFA de fines de los 80 y principio de los 90, menos sponsoreada pero con Maradona en pleno olimpo napolitano, camorrero, merquero y glorioso, y con Bilardo ya pensando en amenazar al plantel de la Selección de tirar el avión si nos ganaban los negros de Camerún, algo así como ser River y perder con Arsenal. Arsenal de Sarandí.

Eramos chicos y vivíamos jugando al fútbol y en el contexto del típico sueño de llegar a Primera, Arsenal no estaba en los planes de ninguno de nosotros; simplemente porque Arsenal no representaba llegar a Primera. En Arsenal, en esa época, jugaban los buenos jugadores del barrio que habían fracasado en Independiente, Racing, Boca, incluso Quilmes o hasta Dock Sud,  y que no se habían dado por vencidos en su relación con el fútbol o que no sabían hacer otra cosa o algo así. Los que queríamos, mejor dicho sólo soñábamos, ni si quiera buscábamos, gritar un gol colgados del alambrado en una cancha con 30 mil tipos enfermos como vos de alegría, no teníamos intenciones de hacerlo en un club como Arsenal. 

No recuerdo, de hecho, que hubiera muchas diferencias entre Arsenal y Argentino de Quilmes. Incluso en la construcción sentimental del nombre no las hay: Arsenal DE Sarandí / Argentino DE Quilmes. Como si el sentido de pertenencia tuviese que estar enmarcado en un contexto un poco más impactante que los escasos logros deportivos por venir (El Porvenir es, o fue, el rival clásico de Arsenal: Gerli versus Sarandí, eso, se deben querer matar).

Arsenal nunca dejó de ser el equipo del barrio. Pero no hace mucho que Arsenal ya no es el equipo que entraba siempre en los cantos de las hinchadas en el papel de rival del desgraciado club al que se cargaba ("Vas a terminar los sábados jugando contra Arsenal") o el destino final de algún futbolista limitado ("Burro, no podés jugar ni en Arsenal"). Digo que Arsenal empezó a abandonar ese lugar mínimo, más o menos cuando "el fútbol" pasó a ser "el negocio del fútbol". Con la debacle de los otrora clubes grandes. La debacle y el saqueo, o viceversa.
¿Pero en Arsenal quién se iba a robar la plata de quién? Arsenal es un club, pero tiene dueño.

Y con esa plata de nadie Arsenal, con 55 años de historia, o sea menos que la edad de mi vieja, empezó a contratar buenos jugadores, y a sacar buenos pibes de las inferiores, y reconstruyó su cancha, y ganó una Sudamericana, y armó un equipo que goleó a Independiente de local y a Boca de visitante y se convirtió, con los ingredientes que quieras, en un equipo respetable que un domingo de invierno, en su estadio -lleno pero no colmado- ganó su primer campeonato. Sí, Arsenal campeón. Arsenal, el club cuya identidad nace de la mezcla los colores de Independiente y Racing. El segundo equipo de casi todos los de mi barrio, el equipo del barrio.
Arsenal ya no es una sintésis, ni un atajo, ni un consuelo de sábado a la tarde.
Es campeón del fútbol argentino.
Arsenal de Sarandí. Arsenal de Avellaneda, la ciudad del fútbol.
No hay nada raro en que suceda algo así.

martes, junio 19, 2012

Paul 70


Siempre he sentido esta cosa de él y yo; él sube al escenario, él es famoso, y después estoy yo, un simple chico de Liverpool. A los cincuenta y cuatro años este pequeño ser que llevo en mi interior todavía siente como ese chico que solía correr por las calles de Speke, juntar frascos de mermelada, construir pequeños diques en los arroyos del bosque. Todavía me le parezco mucho de adulto. Me siento como la persona que he sido desde que tengo memoria, desde los cinco o seis años; me siento ese mismo tipo. Bueno, lo soy, por supuesto. En realidad, todo lo que ha sucedido no me ha afectado tanto; ha afectado a la figura legendaria que yo podría representar.
De vez en cuando me detengo a pensar: "Soy Paul McCartney, mierda, ¡qué locura!". Ya sabes: ¡Paul McCartney! Hasta esas meras palabras suenan como una total leyenda. Pero no quieres pensarlo demasiado, porque termina por dominarte.
Paul McCartney, en Hace muchos años -Barry Miles - Emecé-.







Jenny Wren - Abbey Road Studios