Se sentía un poco incómodo, con el cuello demasiado inclinado hacia adelante. La frazada doblada en ocho no estaba resultando todo lo placentera que habían pensado, entonces intentó correrla de ahí abajo de la almohada. Sus brazos se bamboleaban sobre sus espaldas. Era un movimiento que, sin ayuda, resultaba imposible.
Trató de acomodarse, pero la herida en el abdomen lo paralizó. Hizo un gesto de dolor, aunque hubiese gritado, si no fuera por los demás. Miró a un lado y volvió a ver el cartel: "Por favor no escriba ni escupa las paredes".
Cerró los ojos y atravesó el último esfuerzo por sentirse bien.
Después escuchó que las luces del hospital se apagaban. Que solo quedaba un grito flotando por ahí. Y el ruido del ventilador girando lentamente.