viernes, septiembre 21, 2007

Springtime

Veo una noticia del día en la tele: "Baile del caño en el Obelisco".
Es el día de la primavera.
Qué felices somos.


Foto tomada en un jardin de Chinchero, Peru.

miércoles, septiembre 19, 2007

Vínculo onírico epistolar (carta)

Esta noche, después de una semana de lluvia, fue inevitable pensar verticalmente. Si todo lo que hicimos en estos días fue subir y bajar, subir y bajar los ojitos siguiendo esos goterones, gotitas, gotas, goterones, gotitas, gotas que tanto con luz o de noche persistieron, insistieron en el movimiento y en el sonido llano de cuando las arrastra la cubierta de un auto.

Entonces no me quedó otra que pensar verticalmente. Y yo pensé en Roberto y los Robertos. En cuántos y cuán nobles son algunos de los de esta tierra. Los primeros que se me ocurren: Juarroz, Arlt, Goyeneche, Fontanarrosa. Y Roberto el del bar (qué lástima que no hayas conocido el bar de Roberto con Roberto, ojalá algún día vayas, aún sin él, merece la visita). Pero si tengo que elegir me quedo con Juarroz.
O al menos hoy.
Hoy leí que alguna vez dijo esto: "[...] la poesía puede entonces abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte".

Y eso es todo.

domingo, septiembre 16, 2007

Impulso [espontáneo]

Abusándome de la generosidad del visitante, los quiero invitar a mi otro nuevo blog, Impulso [espontáneo]; un pequeño espacio desde donde tengo el descaro y la pretensión de contarles algo de lo que veo, pero sin palabras esta vez.
Pasen, serán bienvenidos y bien tratados: http://www.impulsoespontaneo.blogspot.com/
"La fotografía, escribió él una vez con su letra maternal, es un impulso espontáneo, resultado de estar perpetuamente mirando, que atrapa el instante y su eternidad".
Fragmento de "Un hombre mendigando en el metro", Fotocopias. John Berger, sobre Henri Cartier Bresson.

viernes, septiembre 14, 2007

Asesíname

Pensá en lo que ocupan 40 canchas de fútbol, todas juntas. Ahora enterate que por hora (sí, por hora), en Argentina arrancan esa superficie de bosques nativos. Insisto: por hora.
Y no sólo eso. Con el desmonte se cae el ecosistema: animales, insectos, agua y también campesinos y pueblos originarios de la zona.
Así vamos desapareciendo.
Organizaciones de todo el país están juntando firmas para que el Senado vote una ley que obligue a frenar esta irracionalidad. Hay que llegar al millón.
¿Vos pensás hacer algo al respecto? Podés hacer click acá y ayudarte.
O entrar en http://www.leydebosques.org.ar/.



Si no, te invito a que no vuelvas por acá.

Naturaleza muerta

Aparecen cada tanto. Caminan perfectamente alineadas sobre el mármol blanco, angosto, que rodea el lavabo de la cocina. Generalmente lo hacen atraídas por una pequeña cantidad de granos de azúcar derramados en el intento de ser llevardos a una taza; a veces, al detectar una miga de alfajor o rastros de mermelada de damasco. Son pequeñas, urbanas, ágiles y ordenadas. E incansables.
En Africa, comparada con otras invasiones, verlas sería apenas un detalle atractivo y casi ingenuo. Pero acá tienen la significación de un enjambre. Acá desatan una guerra tóxica.
A metros, o para ser más exactos, a segundos de mi mano, espera un tubo metálico. Basta agitarlo como si uno fuera el diablo murmurando al oído para terminar con todo. Un sonido corto y seco. Cae una lluvia espesa sobre el mármol. Y nada más.
Ahora, esa perfecta fila de hormigas no es más que una irregular sucesión de puntos inertes, cuerpecitos hechos bollo, aniquilados, achicharrados, esperando por un trapo que los recoja y los convierta así, injustamente, en nada.
Truena afuera.

domingo, septiembre 09, 2007

Escena del policía y las señoras

Dos vecinas caminan lento, agarradas del brazo. Atraviesan la cuadra entre frutas y verduras esparcidas en cajones. Parado al lado de la entrada a la verdulería, un policía lampiño detiene su tiempo en sus dedos veloces que presionan el teclado del teléfono celular. El movimiento no es menos rápido que largo. La gorra no se le mueve. Viste un chaleco fluo, naranja.
Las señoras pasan delante suyo. "Lo único que hacen estos es hablar por el celular". Y siguen, como si ahora el tema fuesen los tomates verdes de siempre.
El joven agente levanta la cabeza y mira al verdulero, de rasgos aymaras. Murmulla, serio: "Cuando no hacemos nada, porque no hacemos nada. Cuando hacemos algo, porque hacemos algo".
Y sigue apretando botoncitos.