miércoles, diciembre 31, 2008

Añoranza de cuerpo de agua

Todo lo que añoraba era volver a ese cuerpo. Aquella noche, las luces acuáticas tornaban del azul al verde, y después al amarillo. Con movimientos tenues, protegidas en el silencio de la profundidad, sus formas veladas lo esperaron y lo abrazaron al fin con sus piernas.
Era todo lo que extrañaba. Volver allí.

lunes, diciembre 29, 2008

Primera crónica del Este

Como el espacio reservado para mis textos laborales no contempla la amplitud total de la mirada sobre Punta del Este, aquí intentaré presentarles lo que allá no puedo contar. Si se aburren avisen, y paro.


Los aeropuertos, dada su condición de no-lugar, tienen entre las cualidades que más me atraen que uno empieza a estar en el lugar de destino ya en la sala de embarque. En este caso, esa cualidad tuvo su connotación negativa: mi destino era Punta del Este, ese balneario que de uruguayo sólo tiene su ubicación geopolítica.

Como llegué temprano al Aeroparque tuve tiempo de relevar algunas cuestiones. Por ejemplo: de todos los viajes que hice (incluidos los europeos) jamás midió tan alta la densidad de población de pechos con siliconas (en las mujeres). Si a esa característica se le suma que el 90% de sus dueñas lucían en sus cabelleras una tintura casi de platino, empezaríamos a hablar de un record notable. La uniformización, de todos modos, no sólo incluyó este estilo de mujer. El estereotipo corría para casi todos: por ejemplo, las ancianas parecían todas clones de Barbara Bush (la madre del demonio): con sus saquitos claros y su pelo tieso por el spray y su collar de perlas (a propósito de las perlas, invito a todos a sospechar de cualquier mujer que las lleve como aros).

En eso pensaba mientras estaba sentado en un sobrepiso del micro que te lleva de la sala de embarque al avión. Como tardaba en arrancar, me puse a leer a Levrero, escritor uruguayo que prefería Colonia a Punta:

"También desvía mi atención el recuerdo de un sorprendente descubrimiento que realicé ayer de tarde, durante la siesta: descubrí que me desagrada profundamente el estado de relajación --especialmente cuando viene acompañado de una notable paz mental."
Antes de que arrancara tuve la posibilidad de dejar por un rato a Levrero y mirar cómo se iba llenando el ómnibus: parecía como si todo fuera ordenado deliberadamente; primero los rioplatenses, después los brasileños y brasileñas (incluidas dos modelitos, una de ellas abrazada a un cincuentón argentino con el buzo anudado a su espalda), y finalmente los europeos. En el medio, una parejita subió con su beba, de modo que cedí mi asiento entre comillas a la madre y a su hija. No me costó demasiado notar que tanto la chomba de la madre como el enterito y las medias de la beba (de meses) eran todos de esa marca Tommy Hilfigher. Igual a Mar del Plata, pensé en un momento de lucidez. Entonces me paré y quedé al lado de dos rubias platinadas vestidas como en Champs Elysees. Ya vuelto a las hojas de Levrero, una luz potente, incómoda y perfectamente dirigida a mi ojo izquierdo me impidió la lectura, y hasta me lastimó. Algo me encandilaba. Y ese algo era la chapita de la marca de la cartera de la rubia de al lado mío: Louis Vuitton.
Entonces me divertí con un jueguito: contar cuánto tiempo me duraba literalmente el sello de la marca en mi retina. Al cerrar los ojos seguí viendo esa chapa por casi un minuto y medio. No fue tan fuerte como la experiencia de mi hermano, que por mirar un eclispe, le quedó pasa siempre el medio sol que tanto disfrutó una tarde gesellina hace muchos años.
Después subí al avión y ya todo fue como siempre. Terminé a Levrero y volví a la Puna con Tizón. El vuelo es tan corto que no llegué a quedarme dormido. Aterrizamos. Todos, como siempre, nos paramos presas de la ansiedad (todos prendimos nuestros celulares antes de desabrocharnos el cinturón de seguridad). La fila estaba quieta, pero el señor gordo que estaba detrás mío no se dio cuenta, así que me empujó. Inmediatamente me pidió unas educadas disculpas, con la voz y con una palmada en mi brazo, que me permitió leer la frase impresa en su anillo plateado. Su anular me preguntaba: "¿Todo pasa?".

jueves, diciembre 18, 2008

Piedras, o balas

Recién abrí el diario El País de Madrid. Siempre voy directo, antes que nada, a ver si El Roto publicó. Y qué publicó.

El diario de hoy por suerte tenía la buena noticia de incluir uno de sus mensajes (chistes, desde luego que no son, y por algo están en la página Opinión). En su clásico estilo carbonilla, un hombre de espaldas al lector, con mil manos, lanza piedras. La leyenda, siempre breve, de El Roto, dice arriba: "En los bolsillos vacíos se forman piedras".

Y yo pienso en el gobernador Scioli y su "eficaz" idea de bajar la edad de imputabilidad, en Brian, el chico preso acusado de matar al ingeniero Barrenechea, que las maestras y todo su barrio (y su abogada, mi amiga Florencia) defienden porque saben. Pienso en mi barrio, en Sarandí, y en los pibes que fuman paco en sus esquinas. Pienso en TN alertándonos de otro asalto seguido de muerte. Veo la tapa de los diarios. Veo la catástrofe. Pienso en los pibes que conocí en la sombra del penal de Ezeiza, en sus marcas de las balas en el cuerpo, en sus zapatillas de 200 dólares. Recuerdo el hambre de los pasillos de Villa Tranquila, a diez minutos de la Rosada (el hambre de ser alguien, que se entienda).

Pienso. Recuerdo. Veo.

Por estos lugares del sur (del sur), en los bolsillos vacíos se forman piedras. Y también se forman balas. Y víctimas. Y asesinos inocentes.

Se forma, en definitiva, esta Argentina del ocaso.

lunes, noviembre 24, 2008

Presencias

"Uno vive, y piensa, siempre en función de otra persona que por lo general no está presente y que, por lo general, nunca puede saberse con certeza cuándo va a estarlo".

Mario Levrero. El discurso vacío.

domingo, noviembre 16, 2008

Sobre las letras de su nombre

Recién se dio cuenta de lo sucedido cuando despegó la yema del dedo de la hoja del libro que leía. Debajo estaba la pequeña hormiga, aplastada, tapando justamente la mitad de la palabra hormiga, como si en efecto la intención hubiese sido fundir los hechos y las letras, el presente y el infinito: lo real y todo lo demás.

viernes, noviembre 07, 2008

lunes, noviembre 03, 2008

Voces y sombras

Uno venía del sol, a la deriva. Esa mañana incandescente los cruzó la casualidad en una esquina. El otro, más viejo, estaba parado sobre el cordón de la vereda. Sus anteojos oscuros apuntaban al semáforo.
Los dos querían cruzar. Así que atravesaron la calle juntos, del brazo. El hombre de los anteojos venía de laburar, le dijo, y de comprar unas cosas. El otro le contó que estaba paseando. Explicarle que venía del sol era descortés y paradójico.

Las cosas que había comprado el más viejo eran dos varillas de metal. Pero su trabajo era otro, restaurando libros: lo hacía de manera independiente y también como empleado de una especie de empresa que se dedica a pasarle cola a los viejos libros vencidos por el tiempo y los lectores. "Y a mí encima me encantan los libros viejos", se apuró a aclarar. "Compré las dos varillas porque mi bastón se rompe muy seguido. No lo rompen las veredas, sino la gente". Entonces el hombre de los anteojos le contó al otro que lo llevan por delante, que lo pisan y que nunca le piden perdón.

"¿Me acompañás hasta Pueyrredón y French?". El viejo le preguntó al otro que, como venía del sol, aceptó. Entonces su compañero le explicó que ya no podía comprar bastones nuevos cada vez que una chica hablando por teléfono se lo rompía en la calle. "Ahora los armo yo porque antes salían baratos pero, viste, se hace difícil comprarte seis bastones en un año si tu trabajo es restaurar libros". Y entonces explicó que la cola que se usa ahora es sintética y que ya no dura. Por eso se arreglan muchos y por eso muchos de los que se arreglan se vuelven a romper. "Claro", resumió el más joven pensando, seguramente, en el libro viejo de Steinbeck que acababa de comprar por 20 pesos y cuyo lomo se deshizo apenas le entregó el dinero al vendedor.

"Ya llegamos a French. Andá si querés, yo vivo acá, a media cuadra", anunció el señor del bastón. Pero el otro, el joven, no lo escuchaba. Estaba distraido, un poco absorto, un poco impresionado por la joven mujer que se acercaba a ellos corriendo. Llevaba un vestido largo azul, estaba bronceada, su pelo negro se arrastraba en el viento. Y sonreía. Le sonreía a ellos.

"Hola papi, qué lindo encontrarte", susurró rápidamente. El rostro del padre cambió. Una sonrisa extraña se abrió y le desacomodó sutilmente los anteojos. La abrazó a ella y con un apretón de manos se despidió de él.

Y el viejo se fue a su casa. A arreglar el bastón que lo ayuda a caminar entre las voces y las sombras cuando nadie lo agarra del brazo en una esquina. Cuando nadie lo ve, al ciego.

viernes, octubre 17, 2008

Los elefantes

El viento corría frío allí cuando se dio cuenta de lo inmenso.
El viento siempre corría frío allí arriba.

sábado, septiembre 27, 2008

Divinas consecuencias

La dueña de una santería me mira a los ojos con compasión. "¿Y vos sos creyente?". Por alrededor de nuestras palabras decenas de miles de personas arrastraban sus pies en lo que para muchos es tierra santa. Hace 25 años una señora pobre dijo que se le apareció la virgen en un sueño. Y que le volvió a aparecer varias veces más. Le daba mensajes: que construya un templo, por ejemplo.

Tardé unos segundos en responderle a la dueña de la santería porque ella y yo sabíamos la respuesta. "No", le dije sonriendo y pensando en que ese sería el límite. "A mí me salvó la vida. Y a vos también te protege, igual", me acarició un brazo mientras me miraba a los ojos con cierta compasión actuada. Después me recomendó mirar el sol a las cinco de la tarde. Si lo ves con anteojos vas a ver que tiene un velo rosa y celeste, como la Virgen, aconsejó. No lo hice, pero presté antención: muchos se encandilaban, señalaban al sol y sí, daban fe del mensaje estelar.

A San Nicolás dicen que llegaron como un millón de personas. Casi todas eran mujeres. Mujeres desesperadas por cantarle el feliz cumpleaños a la virgen. Desesperadas por pedir y agradecer. Por llorar. Y por llevarse un bidón con agua bendita que sale de 20 grifos, que es gratis y que a mí solamente me hace pensar en que tal vez esas canillas nunca se cierren. Y que en Chaco se están muriendo de sed y los milagros allí no andan sobrando.

Entonces le pregunté a una señora que se había puesto protector solar y lo tenía impregnado a una parte de su cabellera. Le pregunté por qué eran casi todas mujeres. Me dijo que porque los hombres no eran tan abiertos con sus sentimientos. Otra me miró en silencio. Eran varias. Nadie me habló de la maternidad y de la relación entre eso y el mito. Y me resultó decepcionante. La señora del protector me dio un beso con un Dios te bendiga. Detrás suyo, dos sesentonas tironeaban a los gritos de un rosario que repartía un cura con los colores de María del Rosario de San Nicolás.

Gladys Motta vive a medio metro del templo ostentoso que se levantó gracias a sus sueños. Gracias a sus sueños o a sus visiones o a sus encuentros con la divinidad, una ciudad que alguna vez fue pujante hasta que sus metalúrgicas cerraron y ya no había en qué creer (más o menos al mismo tiempo que Gladys y la Virgen tuvieron su primer capítulo) ahora vive del turismo que desata esta devoción. Los vendedores ambulantes, los restaurantes, los taxis, los artesanos, los intendentes, los curas y también los que creen, todos comen encumbrados en la fe.

Pero Gladys Motta vive en silencio. Se recluyó. Un policía me dijo que está enferma. Una vecina, que es depresiva. Otra mujer, que vive enfrente, me aseguró que Motta es una vecina más que sale a hacer las compras cuando pasa el furor de la Virgen.

Pero Gladys ya no sale. Su casa tiene la persiana baja y en la puerta hay cientos o miles de cartas que le dejan los fieles. Tal vez Gladys esté adentro, en silencio, un poco impresionada por las consecuencias.

miércoles, septiembre 17, 2008

Ego (por la ventana)

Así, de colado, hoy tuve el privilegio de descubrirme en el blog de Liniers. Un regocijo para la vanidad ver al conejito dibujado ahí, sobre mi texto.

miércoles, septiembre 10, 2008

miércoles, septiembre 03, 2008

Frases desordenadas de la Argentina oculta

"Mi experiencia de convivir con Otros, muy remotos, durante largos años me ha enseñado que la buena disposición hacia otro ser humano es esa única base que puede hacer vibrar en él la cuerda de la humanidad".
Ryszard Kapuscinski
1. Los últimos días fui devorado por la Argentina profunda. Salí de Buenos Aires en busca de contar cómo la gente vive sin agua en el Chaco, un poco para el diario (podés ver texto, un poco mejor escrito, y fotos aquí) donde escribo y otro para una investigación más interesante; una pretensión periodística, social y antropológica que imaginamos lograr con una fotógrafa amiga.
2. Chaco es un lugar estremecedor. Bastan apenas unos kilómetros afuera de Resistencia para que toda una joven y triste historia nacional duela (también duele la Villa 31, pero la lejanía te saca esa costra que la ciudad te hace crecer sobre la piel para evitar que todo, siempre, te afecte demasiado). Allí, en pueblos del sudoeste de la provincia, en los bordes, cerca de Santiago y Santa Fe, el contraste puede hacerte mal. Hay gente de una pobreza inimaginable, en sus casas de tres por tres donde viven siete, ocho, diez, sobre piso de tierra y sin agua, sin trabajo pero con dignidad.
3.También está Charata, un pueblo extraño. Bucólico, como todo por ahí. El sol se estrella y parece que no hay sombras. Hace calor y la sequía llena todo de polvo. Las camionetas sojeras (4x4 ultra lujosas) desfilan por las calles asfaltadas. La entrada a Charata impacta. Sobre cada costado están construyendo dos mansiones como nunca jamás vi, ni en San Isidro, ni en Nordelta. Se parecen menos a las casas de Punta del Este que a los palacetes del siglo XIX de Buenos Aires o París. Da asco. En una de ellas me abrió la puerta su dueño.
4.Bajo la condición de no darnos su nombre ni dejar que le saquemos fotos a él ni a su casa (enorme, fresca, entera en una manzana para él, su mujer y sus dos hijitas rubias y regordetas) empezó a hablar. Contó cómo evade impuestos, cómo arregla las "cosas" con el gobernador Capitanich, cuánto le paga a determinados periodistas (algunos de ellos pasaron delante de mi escritorio hace un rato), de la responsabilida de los agropecuarios en el clima porque desmontan el país para plantar soja, y también de cómo tira los agroquímicos y cómo estos afectan la misma agua que toman sus hijas.
5.Lo que no contó, seguramente porque no le dio la cara, es que él fue uno de los que cortó las rutas en estos 180 días de "el pueblo con el campo". El, que paga el sueldo de un jugador yanqui de basquet del equipo de Charata ("10 mil pesos nomás para el negro", me dijo).
6. En Charata entendí un poco más lo poco que le importa la pobreza a los dueños del país. Lo poco que le importa el Otro. Alguien me contó que el intendente de Río Bermejito (en el Impenetrable, donde hay una gran colonia wichi), un filonazi, llevó agua para paliar la sed en un camión atmosférico. Y el hombre que me abrió su mansión hablaba de la sequía al borde de su pileta llena. Al otro día de publicada la nota, un señor que no entiende nada me escribió un mail diciéndome que la tragedia era que los de Charata no tuvieran gas natural para calefaccionar sus piscinas. Todo eso un rato después de que un chiquito me mirara extrañado (tal vez sólo se reconociese reflejado en el lente oscuro de mis anteojos de sol) y descalzo mientras su abuelo me contaba que tomaban agua de pozo contaminada con arsénico.
7. Un poco de eso es Argentina.

jueves, agosto 14, 2008

Empújame


"La locura es como la gravedad, ¿sabes? Todo lo que hace falta es un pequeño empujón".


El Guasón.
Batman, el caballero de la noche.

viernes, agosto 01, 2008

Escenas y pensamientos de estos días

Camino -obligado por la profesión- por los pasillos insoportables de la Rural. Pienso.
Leo el cartel escrito por una mujer sentada en la vereda, en Salguero y Santa Fe: "Ropa o frasadas. Estamos 20 horas. Grasias". Pienso.
Escucho a mi analista. Pienso.
Me topo en la televisión a Tinelli, y toda la catarata de frivolidad que hace pan con sus migas agrias. Pienso.
Me compro un libro de Salvatore Quasimodo. Lo abro. Leo:
"Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y enseguida anochece".
Pienso.

También pienso que hoy no tengo ganas de escribir sobre lo que pienso.

miércoles, julio 23, 2008

Veneziana

Sentados en un muelle pequeño entraban apretados. Las rodillas les servían de apoyacodos y los codos, para sostener sus cuerpo sobre el piso hecho de madera. Entraban mejor uno delante del otro. Entonces, cuando uno hablaba, el otro sólo escuchaba.
No veían sus manos, sus bocas, sus miradas, transparentes o contaminadas. No podrían dejarse llevar por las impresiones -erradas o certeras- que generan los gestos.
El agua recorría los canales y se mecía debajo de sus pies, amenazando una y otra vez a las maderas crujientes. Un bote cruzaba frente a ellos. Pequeñas olas verde oscuro los mojaban.



miércoles, julio 16, 2008

viernes, julio 04, 2008

Puente

Cruzan el puente porque del otro lado de la orilla se consolida el tiempo. Entonces alguien se queda un rato apoyado sobre la baranda, mirando hacia abajo, viendo correr el agua verde y fría. Espera que esa isla que apunta hacia él, se desvanezca o lo rescate. La madera del piso del puente tiembla, vibra, porque otros también caminan. Una mujer desanda sobre el caudal de agua, va decidida. Su andar femenino le otorga ternura al acto. Una pareja de ancianos descansa sobre un banco angosto, mira también el agua por entre los listones de madera que los sostienen.
No hay mucho más por hacer. Es esperar o andar.
La historia transcurre colgada, así.
Ya no se puede volver. Eso es todo lo que nadie desconoce.

lunes, junio 23, 2008

sábado, junio 21, 2008

Subrayado

"La soledad es un lugar lleno de secretos, como la selva".

El último encuentro. Sándor Márai.






FOTO TOMADA EN VALIZAS, URUGUAY


viernes, junio 13, 2008

Ser y desaparecer

Uno se mira al otro desde la cima intrascendente. Pettinato y la chica modelo de su progama, Ursula Vargues, hablan con gestos de seriedad sobre el desabastecimiento. Ella, tan bella, dice que sí, que no en Buenos Aires, pero en otros lugares faltan muchos alimentos. El, vestido de traje rojo y con una peluca amarilla de goma en la cabeza, se pone aún más serio. "Como siempre", es todo su discurso, antes de poner cara de comic japonés y, con el dedo pulgar arriba, despedirse de su público.
Todo sucede como si no hubiera diferencias entre la leche derramada y la de las tetas de alguna de Tinelli. Todo tiene el énfasis de la nada.

La tele somos nosotros. Y nosotros estamos desapareciendo.

lunes, mayo 26, 2008

Djavan


El martes pasado tocó una de las glorias vivas de la música popular brasileña: Djavan. Su concierto en el Gran Rex fue inolvidable, maravilloso. Para los que no lo habíamos visto nunca, fue la realización de un momento muchas veces imaginado. Djavan puso sobre el escenario toda la magia que vuelca en sus discos: ritmos únicos, energía típicamente brasileña y otros condimentos que convirtieron al show en un recuerdo que solo buscará repetirse cada año que nos enteremos de que, esta vez, otra vez, Djavan no tocará acá.

Los medios tomaron el recital como lo que fue: un evento inesquivable. Sin embargo, como suele ocurrir, las críticas tambalearon en el intento de transmitir semejante magia. El texto publicado en Clarín motivó que el amigo Juan Carlos Diez --músico, autor de "Martropía, conversaciones con Spinetta"-- me mandara un mail y ese se convirtiera en varios, que me fue imposible no publicarlos (con su autorización) para darle una mirada menos erudita a la verdad.


De: Diez, Juan Carlos
Enviado el: Jue 22/05/2008 15:36Para: S.F.
Asunto: mera luz
Leiste la crítica de Clarín? qué grises que son, la bajada es para matarlo.
Después toca Kapanga y te dicen que estuvo genial.


De: Diez, Juan Carlos
Enviado el: Jue 22/05/2008 16:16Para: S.F.
Asunto: RE: mera luz

¿Viste? Yo pense igual; elogian el tema más choto.
Sabrá de música "culta", de las partituras de Tristán e Isolda de Wagner, pero de Djavan no sabe nada. Y SE NOTA. FUE A TOCAR DE OIDO.
¿¿¿La "banda discreta"??? ¿Vos viste lo que sonó en, por ejemplo, "Sina"? Matate!
"Djavan no es un cantante muy dotado". Hay que tener huevos para escribir esto; o tener un tapón de sidra en los oídos.
Después esa cosa de buscarle el pelo a la sopa --seguro que con los amigotes de su palo no lo hace-- "cuando su voz entra en el registro grave pierde tonicidad y precisión". OBVIO que un cantante de un registro que tiende a los agudos como Djavan y que es uno de sus fuertes, cuando baja no rinde tanto. Ojo, no rinde tanto, lo que no significa que lo haga mal, ¿estamos? Pero escrito como lo pone él es despectivo y mala leche. Le pasa al 90 por ciento de los cantantes que tienen un registro --me animo a decirte de oreja nomás --de tenor ligero: desde superdotados como Paul Mc Cartney hasta grossos como Prince, Spinetta, Sting, o reyes del agudo y el falsete como Milton Nascimento.
Es hacerse el difícil, el "erudito". Poné lo que quieras "Fede", pero se nota que de Djavan no cazás una.
La última: "Las melodías de Djavan no parecen provenir completamente del folklore brasileño": pero DESCUBRISTE LA POLVORA!!!!?????
De eso se da cuenta hasta la Tota Santillán.
En fin, pero la nota de tapa es a Drexler que no puede cantar ni abajo la ducha.

Son GRISES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

"El mar es de Schanton",
Joao Carlinhos Viana

jueves, mayo 22, 2008

Libertad, fraternidad, igualdad



1. Hace más o menos un año, en París, ocho policías se quedaron solitos arriba de un colectivo... conmigo. Yo estaba sentado en el tercer o cuarto asiento, volviendo de deambular por Champs Elyseès. Eran cerca de las 2am y lo único que me acercaba al departamento donde vivía era un bus nocturno que terminaba en el bello Montparnasse. Lo policías pidieron boleto como acá lo hace el chancho. Eran siete tipos grandotes, de corte de pelo militar, vestidos con un mameluco azul, borceguíes intimidatorios y caras de malos a pesar de sus ojitos celestes. El jefe de la banda era moreno. E iba vestido de civil. Recuerdo su chaqueta marrón, parecida a esa que usaba De la Rúa en plena campaña presidencial.
El poli moreno no tuvo muchas dudas al momento de intimidarme: empezamos hablando en inglés, la cosa siguió con traductora: una chica hija de ecuatorianos les decía que yo no tenía boleto porque pensaba que se usaba el mismo que para el métro. Es decir, sí tenía boleto, pero uno usado. A ellos no les importó mi excusa y les empezó a molestar que los jóvenes del bondi parisino se empezaran a quejar del maltrato. Entonces los bajaron a todos. Una chica bastante bonita alcanzó a pedirme perdón: perdón, pensé, en nombre de las libertades individuales por las que tanto se había luchado históricamente en Francia --Liberté, Fraternité, Igualité--.
Una vez solos (y el chofer, al que yo sentía como una especie de entregador inmutable a mis súplicas) el policía moreno me dijo algo así como estás en Francia y acá se habla francés así que vamos a hablar en francés. Ahí se terminó todo. Hace un año no sabía nada de francés y aún sabiendo no hubiera podido sostener una discusión sin sentido con un policía. Me bajaron del colectivo una vez que decidieron que no iría preso y después de darles 35 euros, a cambio de un recibo legal y todo.
Volví caminando de Montparnasse a la casa donde vivía, en la rue de Commerce y pensaba en lo que me había dicho la dueña de casa, Armelle, ante la reciente victoria de Sarkozy, con su pasado de traductora de Mitterrand en la solapa de su ideología, y años de infancia en Lima, Perú: "Ahora estos hijos de puta no van a dejar tranquilo a nadie. Francia es una mierda".
Yo, en cambio, pensaba en el policía negro, en sus abuelos dueños de una tierra africana o latinoamericana, explotados, esclavizados y oprimidos por el colonialismo de hasta no hace tanto. El moreno que ahora sólo hablaba francés, el idioma de "su" país, que lo hizo policía para perseguir probablemente a otros hijos y nietos de esclavos o inmigrantes, que es más o menos lo mismo.

2. Y hoy los diarios cuentan algo que se sabía que pasaría: Silvio Berlusconi, flamante primer ministro conservador italiano (y dueño del Milan), consagró como delito penal la "inmigración clandestina". La xenofobia no tiene límites en Italia: las penas para los inmigrantes clandestinos serán más duras, se les pondrán pulseras electrónicas y habrá cárcel y multas para los italianos que les den casa o trabajo. Y yo pensaba que claro, la familia de Berlusconi no habrá sentido la necesidad de escapar de la península como tantos millones, como tus abuelos o los míos, la mano de obra ociosa de un país en ruinas que dejó todo y cruzó a este lado. O sí.
Las puertas de Italia se cerraron hoy. Con todo su pasado --y su futuro-- adentro, presa de la ignorancia.


*foto tomada por el autor del blog

martes, mayo 20, 2008

Certezas del tiempo

Se encontraron.
Pero no hubo casualidades. Nunca las había habido en ninguna de las circunstancias que incluyeron a ambos, juntos.
Cortázar, Horacio, La Maga. El Pont des Arts y la rue Dauphine.
Se abrazaron. Se besaron. Durmieron juntos. Comieron manzana cortada finita. Ella no pensó. El, probablemente, tampoco. Ríeron. No lloraron.
Los ojos de Felisberto Hernández, los dientes rechinados de Oliverio.
Dejaron que el tiempo pasara, que el pasado desintegrara el dolor que los unió, sin abismos ni paisajes inmaduros. Deconstruyeron y tal vez hayan creado.
Nadie sabe si el curso de sus vidas quedará destinado a los antojos del tiempo, a su sensibilidad.´

Lo que no falta, nunca, es la incertidumbre.

jueves, mayo 15, 2008

Escupir, la novela de Firpo

Hernán Firpo es un agudo periodista, escribe del carajo y además es mi amigo. Su primera novela, Escupir, está siendo publicada por el blog http://www.lalectoraprovisoria.com.ar/. La novedad va en 11 "folletines", uno por día.
Perdérsela, sería una irresponsabilidad cultural.

miércoles, mayo 14, 2008

Débil fe

"La palabra Dios es nada más que la expresión y producto de debilidades humanas".

Albert Einstein

viernes, mayo 09, 2008

London

Camino entre el absoluto desamparo de la distancia, las veo pasar y siento la paradoja de la felicidad.
Afuera, lo obvio: el frío, la lluvia. Otros signos.
Recorro el éxtasis estampado en el paso cebra de aquella melodía. Luego el llanto pobre: cuatro fotos en blanco y negro me miran sonrientes.
El descubrimiento, la culpa causan cierta compasión en la mirada ajena, cierta afinidad con el vacío. Yo me odio. Y me caigo a pedazos.

Siento la desesperada necesidad de algo familiar.
Un puente, tal vez.
Pero al final siempre son sólo dos cosas:
el recuerdo frío de la belleza, y lo otro.

miércoles, abril 23, 2008

viernes, abril 18, 2008

Aires por venir

Buenos Aires apocalíptica. Hace tres días que siento que camino en un ensayo sobre el futuro.
¿Es este el seco porvenir?
La realidad es ceniza flotando, impregnándose en los poros, tapándonos los ojos como un velo reseco.

miércoles, abril 16, 2008

Enigma y soledad

"¡Es curiosa la vida... ese misterioso arreglo de lógica implacable con propósitos fútiles! Lo más que de ella se puede esperar es cierto conocimiento de uno mismo... que llega demasiado tarde... una cosecha de inextinguibles remordimientos. He luchado a brazo partido con la muerte. Es la contienda menos estimulante que podéis imaginar. Tiene lugar en un gris impalpable, sin nada bajo los pies, sin nada alrededor, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin un gran deseo de victoria, sin un gran temor a la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin demasiada fe en los propios derechos, y aún menos en los del adversario. Si tal es la forma de la última sabiduría, la vida es un enigma mayor de lo que alguno de nosotros piensa".

"Vivimos como soñamos... solos".


Joseph Conrad. El corazón de las tinieblas (1899).

viernes, abril 04, 2008

Je suis Solita

Solita estudia francés. Se llama así, no es que le dicen. Se llama Solita pero no recuerdo su apellido. Decidió estudiar francés porque ya había hecho seis años de inglés y un profesor me dijo que si seguía me aburriría, cuenta con zezeo extraño, producto de sus brillosa dentadura postiza.
El cabello de Solita está rígido, tenso. Es probable que un rato antes de conocerla sus pelos hubieran recibido un baño de spray que los entumeció, cobrizos y ampulosos. Solita está bronceada, usa aros que parecen botones dorados.
Empieza la clase de francés y Solita enseguida habla de un cd que me va a servir para practicar la dicción, anuncia, reclama, como si hubiese estado toda la semana pensando en que no tenía que olvidar hablar de eso para que todos noten que es vieja, sí, pero sabe lo que es un cd.
Pregunta varias veces por el cd que no existe y la simpatía de la profesora abandona el aula para darle lugar al hastío. Otros reirían por dentro. Otros lamentarían el espectáculo.
Solita compró el libro aun antes de empezar a estudiarlo pero no llevó un cuaderno, así que andaba pidiendo hojas a los compañeros que acababa de conocer. Yo le dí dos, para que no me volviera a pedir.
Hubo un recreo de 15 minutos y Solita se le acercó a hablar a la mujer que estaba a mi lado porque era profesora de inglés y Solita lo hablaba perfectamente porque tiene dos hijos viviendo en Connecticut. Dos hijos grandes a los que va a visitar todos los años, todo el tiempo.
En el piso, una bolsa de una casa de ropa para señoras grandes y coquetas espera que Solita acabe la clase para volver a la alfombra del departamento de Recoleta.
Escucho que Solita le dice a mi compañera. "Era uno de esos socialistas. Pero era simpático, igual".
Justo apareció la profesora y el recreo se terminó.
Solita volvió a preguntar por el cd, casi enseguida.

jueves, marzo 27, 2008

El hombre modesto





"Quiero aprender a hacer películas".
Francis Ford Coppola, director de El Padrino y Apocalypse Now.




martes, marzo 25, 2008

24 de marzo

a MM
"Una palabra hija de la fatalidad
vuela en la copia de la infancia que
el recuerdo gasta"
Ruinas. Juan Gelman

Lleva el estigma en su sangre como una bolsa pesada de suero clavada a la vena de uno de sus brazos.
No me lo dijo, me enteré mientras saciaba la necesidad de encontrar razones.
(Un escéptico hubiera pensado que fue casual)
Pero algo comprendí.
Detrás de aquel misterio, de aquella nostalgia genética había un nombre, una identidad por la que luchar.
Tal vez fueran las ocho letras de súplica, el afán de creer que el horror no existe, que algo pasó, que algo tenía que pasar.
Quizá se tratara de una manera extraña de mantener viva la memoria.

Fue una tarea que le impusieron, un deber que no buscó. Sin embargo lo aceptó con la grandeza de quienes siempre cargarán el estandarte de la historia íntima.
Quizá su designio haya sido una torpeza.
O un intento por que una parte de la sangre permenezca viva en otro cuerpo.
Lo tomó con agallas.
Se hizo responsable de su nombre en honor a la verdad. A la lucha. Y al amor.

lunes, marzo 17, 2008

sábado, marzo 15, 2008

Muertv


Las noticias trágicas son peores de mañana. Supongo que en parte es consecuencia de que, de mañana, todavía conservamos esa angustia que nos genera el golpe cotidiano contra la vida real, como cuando despertás de un sueño bello.

La muerte de Guinzburg fue literalmente mi primer acontecimiento real del día. Ni siquiera llegué a rascarme, a pensar en el sueño que tenía. Sonó el despertador y prendí automáticamente la tele, en un mecanismo que me resguarda de seguir durmiendo. La placa con la noticia estaba ahí, en letras grandes.
Y siguió todo el día y fue degenerándose, canal por canal, programa por programa, desde los noticieros con una referencia permanente (donde vimos personajes congelados que aprovechaban para hablar con congoja del muerto y de paso promocionar su nuevo programa), programas de chismes regodeándose y más; simultáneamente internet y las radios.

Un rato después, serían las redacciones de los diarios las que se activarían con los mismos tics que el resto de los medios. Ni una idea menos frívola.

La muerte de Guinzburg fue triste, como lo son la mayoría de las muertes.
Pero además, él parecía un buen tipo (seguramente lo fuera). Y hacía reír.

Todavía conservo la fría sensación, el peligroso temor de que toda esa ola popular de consternación haya sido la reacción espontánea de la gente no a la pérdida de un hombre valioso, sino más bien a que, según los medios, se había muerto "un genio", según los medios todos estamos tristes, según los medios hoy "nos morimos todos un poco".

Aún persiste el miedo de estar seguro de que todo fue tan así porque si Guinzburg siempre vende, más vende muerto. Y hay quienes no se van a perder semejante banquete.

viernes, marzo 07, 2008

Pasado

"Será en tu vida lo mejor, de la neblina del ayer
cuando me llegues a olvidar
como es mejor el verso aquel
que no podemos recordar"


Vete de mí. Virgilio y Homero Expósito

sábado, marzo 01, 2008

El beso

El triángulo de piel fosforescía con una intensidad absoluta. La misma que tiene la espuma de las olas del mar en la noche. La textura parecía la del tiburón, si se arrastran las yemas de los dedos a favor de la inclinación de las minúsculas escamas.
Sólo el tiburón es así, tan suave, le dije, mientras mis dedos jugaban en esa porción del mundo.
Ella rió dos veces y bajó los párpados. Presumí que le había parecido una comparación innecesaria, o aprendida. Pero me confesó tímidamente que jamás había tocado a un tiburón.
Entonces sonrió, y llevó mi cabeza, sólo con la mirada, con el gesto, hacia aquel lugar luminiscente.
El extremo del mar se dispersaba entre las rocas y la noche.
Apoyé mi boca sobre su cuerpo.

Lloviznaba.

miércoles, febrero 27, 2008

Las mujeres de enfrente

De atrás de la voz de Homero Simpson --gracias a la ventana abierta-- sonaba la voz ácida del Indio Solari cantando algo sobre el murmullo del público de la pizzería. Detrás del canto de Solari, lejano en la noche, lo que aparece es un llanto. Una queja larga, profunda, constante. Y de mujer.
Entonces apreto mute y cancelo la voz de la tele. Miro a las cortinas corridas que no dejaban ver afuera. El llanto persistía y ahora se hacía mucho más nítido, a pesar de la pizzería y de una ráfaga de viento que se convirtió en sonido después de pasar entre las hojas de los árboles de la cuadra. Así que me acerqué a la ventana mientras dudaba: podía venir de la calle, era lo más lógico. Tal vez alguna parejita de adolescentes se estaba peleando y se habían sentado en el umbral de la casa de repuestos de autos. Ya estaba en la ventana cuando la otra posibilidad se convirtió en certeza. El llanto llegaba desde enfrente.
Casi exactamente directo a mi ventana, en la otra vereda y en el mismo primer piso que yo, hay una casa extraña, de paredes celestes descascaradas, mucha gente (gran cantidad de bebés y otros que nacen cada año), como si fueran dos familias más los abuelos. O tres y además los tíos que vienen del interior. Es gente visiblemente pobre, no indigentes, trabajadora --los veo salir y venir-- y su gran virtud es evidentemente sobrevivir a Buenos Aires en una condición de hacinamiento importante (ya sé, irónico lector, que no son los únicos en vivir así ni lo serán por muchos años).
El llanto venía de allí.
Miré rápidamente a la puerta ventana de la derecha. Esa es la que funciona como comedor. Desde mi casa puedo ver la tele, la mesa y no mucho más. No se veía a nadie. Eso era llamativo. Las luces y la tele encendidas, pero el cuarto estaba vacío.
El llanto venía de allí. Y persisitía. Era muy apesadumbrado. Seguramente, pensé, había una pareja que se estaba disolviendo ahi dentro, en algún lugar de la casa. El llanto tenía esa melancolía, la del desastre emocional. Y era muy femenino.
Pero no había nadie. Lo que llevó mi vista a la otra ventana.
Ahí estaba ella. La encontré justo cuando se acercaron su padre y su madre. La nena lloraba. Estaba desconsolada. Y su madre, al principio tranquila, le explicaba que no era una hora razonable para que fuera a dormir a lo de su amiguita, que podía ir mañana. Pero la nena, no. El llanto era gordo. Su padre, con la debilidad clásica del hombre por la mujer, trataba de consolarla mientras la ira de la madre aumentaba.
Y parece que no fue la única mujer molesta por el quejido, apareció la abuela. Esa viejecita que casi no puede caminar, flaca como si estuviera muerta de hambre, de anteojos gordos y sin dientes. Llegó desde el balcón, donde por las tardes intenta en vano perseguir a sus nietos bebés que gatean por allí. Apareció arrastrando sus pies, con un camisón gastado, gritando como el mismísimo demonio qué carajo pasaba que no se podía dormir. Un grito que se escuchó en toda la cuadra.
Y que terminó con las lágrimas de la nena, que instantáneamente calló.
Y se metió en la cama.

sábado, febrero 23, 2008

Descubrimiento

"...y descubrió que, cuando la gente es muy pobre, siempre tiene algo para dar, y ganas de hacerlo".


De Al este del Edén. John Steinbeck

sábado, febrero 09, 2008

Hojas de menta entre los dos

Abre los ojos grandes, los entrecierra. Mira inclinando la cabeza para un costado, tal como hacen los cachorros cuando empiezan a descubrir el perverso mundo de los humanos. Pero ella mira sin inocencia, con la profundidad de las mujeres acostumbradas al calor de la selva dentro suyo. Sonríe. Siempre lo hace.
Su pelo fino cae hacia un costado de su frente. Detrás, muy detrás, el lunar que ella no sabe que tiene a centímetros de la oreja izquierda huele a cielo azul. Es pequeño y claro. Una pelusa le pasa por encima y lo hace casi imperceptible.

Ella le pide que le ponga un nombre al lunar. El ya sabría qué decir.
Debe ser el único lunar que tiene, juega, porque no tiene lunares. A él le gustaría decirle te los inventaría. Lo piensa, lo calla. Ella le exige que imagine entonces dónde estarían sus lunares y que le cuente. Acepta, con la parodia de la solemnidad.

Ella abre los ojos, los entrecierra. Mira, inclinando la cabeza hacia un costado y sonríe, mordiéndose los labios con malicia, acariciando unas hojas de menta apoyadas sobre la mesa, solitarias entre los dos.

miércoles, enero 30, 2008

Vivir

"Vivo, trabajo, en pos de una sociedad en la cual cuanto más honrado sea el hijo menos ha de temer la madre; en la que todo trabajador tenga un sentido de la responsabilidad, no porque se le pida, sino porque la tiene la quiera o no; en la que la única élite sean los ancianos; en la que todas las tragedias se admitan como tales; en la que las mujeres no sean utilizadas como ganchos publicitarios para vender artículos de consumo (una degradación finalmente mucho mayor que la prostitución); en la que la palabra libertad sea innecesaria, porque se necesitan todas las capacidades; en la que queden tan pocos prejuicios que un hombre pueda juzgar a otro sencillamente mirándolo a los ojos; en la que todos los artistas sean básicamente artesanos; en la que todos los dictadores hayan sido juzgados por sus víctimas y, de haber sido declarados culpables, disparados por un batallón formado por sus propios generales, cuyas vidas hubieran sido salvadas sólo a tal efecto".

De Janos Lavin, protagonista de Un pintor de hoy.
John Berger.

jueves, enero 24, 2008

Brindis

Está sentada con sus padres (podrían ser sus abuelos, también) en una de las mesas de un vértice de la confitería. Toma una Sprite y revuelve el líquido con la pajita. Lo hace todo el tiempo y cuando para, es para brindar con su padre.
Es la cuarta vez que los veo chocar los vasos en apenas 10 minutos. Se miran a los ojos, y chin chin. Sonríen.
Tengo la sensación de que, cuando tu hijo padece el síndrome de Down, el amor se multiplica como un brindis en Año Nuevo.

lunes, enero 21, 2008

La servilleta entre el tostado y los dedos

Están sentados frente a mí. Digamos que a dos mesas de distancia. Entre nosotros hay una heladera llena de tortas, cuyo motor disipa un calor que parece derretir nuestras piernas.
Ellos pidieron un tostado de jamón y queso. El, una Sprite. Ella, un submarino. Los dos comen el tostado empezando por uno de los ángulos más agudos. Ambos lo sostienen con su mano derecha, pero entre los dedos y la miga de pan una servilleta filtra la grasa del queso y el jamón calientes.
Ella es flaca, no llega a los 40. Usa anteojos para ver mejor y todos los elementos de su cara parecen atraídos hacia un centro, como cuando se forma un agujero en la arena y lo de alrededor va cayendo inevitablemente. Como el desagote de un lavabo, todo se reduce a su centro, casi como un espiral.
El tiene piel blanca y parece recién afeitado. Pero por primera vez. Mientras come, mueve el pie derecho como si estuvier siguiendo el ritmo de una canción de Django Reinhardt.
Los dos comen el tostado, beben.
No hablan. No hablan.

lunes, enero 14, 2008

Reminiscencia

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Jorge Luis Borges


El recordaba recordarla. Tal vez fuera la memoria del olvido.
O quizás, precisamente, todo lo contrario.

jueves, enero 10, 2008

El ruido de la soledad

A mi alrededor el ruido raspa, desorienta. A través de la ventana un mundo básico camina contra el viento sur.
Alguien me mira.