sábado, septiembre 27, 2008

Divinas consecuencias

La dueña de una santería me mira a los ojos con compasión. "¿Y vos sos creyente?". Por alrededor de nuestras palabras decenas de miles de personas arrastraban sus pies en lo que para muchos es tierra santa. Hace 25 años una señora pobre dijo que se le apareció la virgen en un sueño. Y que le volvió a aparecer varias veces más. Le daba mensajes: que construya un templo, por ejemplo.

Tardé unos segundos en responderle a la dueña de la santería porque ella y yo sabíamos la respuesta. "No", le dije sonriendo y pensando en que ese sería el límite. "A mí me salvó la vida. Y a vos también te protege, igual", me acarició un brazo mientras me miraba a los ojos con cierta compasión actuada. Después me recomendó mirar el sol a las cinco de la tarde. Si lo ves con anteojos vas a ver que tiene un velo rosa y celeste, como la Virgen, aconsejó. No lo hice, pero presté antención: muchos se encandilaban, señalaban al sol y sí, daban fe del mensaje estelar.

A San Nicolás dicen que llegaron como un millón de personas. Casi todas eran mujeres. Mujeres desesperadas por cantarle el feliz cumpleaños a la virgen. Desesperadas por pedir y agradecer. Por llorar. Y por llevarse un bidón con agua bendita que sale de 20 grifos, que es gratis y que a mí solamente me hace pensar en que tal vez esas canillas nunca se cierren. Y que en Chaco se están muriendo de sed y los milagros allí no andan sobrando.

Entonces le pregunté a una señora que se había puesto protector solar y lo tenía impregnado a una parte de su cabellera. Le pregunté por qué eran casi todas mujeres. Me dijo que porque los hombres no eran tan abiertos con sus sentimientos. Otra me miró en silencio. Eran varias. Nadie me habló de la maternidad y de la relación entre eso y el mito. Y me resultó decepcionante. La señora del protector me dio un beso con un Dios te bendiga. Detrás suyo, dos sesentonas tironeaban a los gritos de un rosario que repartía un cura con los colores de María del Rosario de San Nicolás.

Gladys Motta vive a medio metro del templo ostentoso que se levantó gracias a sus sueños. Gracias a sus sueños o a sus visiones o a sus encuentros con la divinidad, una ciudad que alguna vez fue pujante hasta que sus metalúrgicas cerraron y ya no había en qué creer (más o menos al mismo tiempo que Gladys y la Virgen tuvieron su primer capítulo) ahora vive del turismo que desata esta devoción. Los vendedores ambulantes, los restaurantes, los taxis, los artesanos, los intendentes, los curas y también los que creen, todos comen encumbrados en la fe.

Pero Gladys Motta vive en silencio. Se recluyó. Un policía me dijo que está enferma. Una vecina, que es depresiva. Otra mujer, que vive enfrente, me aseguró que Motta es una vecina más que sale a hacer las compras cuando pasa el furor de la Virgen.

Pero Gladys ya no sale. Su casa tiene la persiana baja y en la puerta hay cientos o miles de cartas que le dejan los fieles. Tal vez Gladys esté adentro, en silencio, un poco impresionada por las consecuencias.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

buen blog!

Anónimo dijo...

buenísimo texto y con un super remate. te felicito, Ferito (así en versito)
Que bergoglio, desgrassi, y la gorda chatarra, te bendigan

Anónimo dijo...

buenísimo texto y con un super remate. te felicito, Ferito (así en versito)
Que bergoglio, desgrassi, y la gorda chatarra, te bendigan