viernes, abril 04, 2008

Je suis Solita

Solita estudia francés. Se llama así, no es que le dicen. Se llama Solita pero no recuerdo su apellido. Decidió estudiar francés porque ya había hecho seis años de inglés y un profesor me dijo que si seguía me aburriría, cuenta con zezeo extraño, producto de sus brillosa dentadura postiza.
El cabello de Solita está rígido, tenso. Es probable que un rato antes de conocerla sus pelos hubieran recibido un baño de spray que los entumeció, cobrizos y ampulosos. Solita está bronceada, usa aros que parecen botones dorados.
Empieza la clase de francés y Solita enseguida habla de un cd que me va a servir para practicar la dicción, anuncia, reclama, como si hubiese estado toda la semana pensando en que no tenía que olvidar hablar de eso para que todos noten que es vieja, sí, pero sabe lo que es un cd.
Pregunta varias veces por el cd que no existe y la simpatía de la profesora abandona el aula para darle lugar al hastío. Otros reirían por dentro. Otros lamentarían el espectáculo.
Solita compró el libro aun antes de empezar a estudiarlo pero no llevó un cuaderno, así que andaba pidiendo hojas a los compañeros que acababa de conocer. Yo le dí dos, para que no me volviera a pedir.
Hubo un recreo de 15 minutos y Solita se le acercó a hablar a la mujer que estaba a mi lado porque era profesora de inglés y Solita lo hablaba perfectamente porque tiene dos hijos viviendo en Connecticut. Dos hijos grandes a los que va a visitar todos los años, todo el tiempo.
En el piso, una bolsa de una casa de ropa para señoras grandes y coquetas espera que Solita acabe la clase para volver a la alfombra del departamento de Recoleta.
Escucho que Solita le dice a mi compañera. "Era uno de esos socialistas. Pero era simpático, igual".
Justo apareció la profesora y el recreo se terminó.
Solita volvió a preguntar por el cd, casi enseguida.

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