sábado, marzo 15, 2008

Muertv


Las noticias trágicas son peores de mañana. Supongo que en parte es consecuencia de que, de mañana, todavía conservamos esa angustia que nos genera el golpe cotidiano contra la vida real, como cuando despertás de un sueño bello.

La muerte de Guinzburg fue literalmente mi primer acontecimiento real del día. Ni siquiera llegué a rascarme, a pensar en el sueño que tenía. Sonó el despertador y prendí automáticamente la tele, en un mecanismo que me resguarda de seguir durmiendo. La placa con la noticia estaba ahí, en letras grandes.
Y siguió todo el día y fue degenerándose, canal por canal, programa por programa, desde los noticieros con una referencia permanente (donde vimos personajes congelados que aprovechaban para hablar con congoja del muerto y de paso promocionar su nuevo programa), programas de chismes regodeándose y más; simultáneamente internet y las radios.

Un rato después, serían las redacciones de los diarios las que se activarían con los mismos tics que el resto de los medios. Ni una idea menos frívola.

La muerte de Guinzburg fue triste, como lo son la mayoría de las muertes.
Pero además, él parecía un buen tipo (seguramente lo fuera). Y hacía reír.

Todavía conservo la fría sensación, el peligroso temor de que toda esa ola popular de consternación haya sido la reacción espontánea de la gente no a la pérdida de un hombre valioso, sino más bien a que, según los medios, se había muerto "un genio", según los medios todos estamos tristes, según los medios hoy "nos morimos todos un poco".

Aún persiste el miedo de estar seguro de que todo fue tan así porque si Guinzburg siempre vende, más vende muerto. Y hay quienes no se van a perder semejante banquete.

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