martes, marzo 25, 2008

24 de marzo

a MM
"Una palabra hija de la fatalidad
vuela en la copia de la infancia que
el recuerdo gasta"
Ruinas. Juan Gelman

Lleva el estigma en su sangre como una bolsa pesada de suero clavada a la vena de uno de sus brazos.
No me lo dijo, me enteré mientras saciaba la necesidad de encontrar razones.
(Un escéptico hubiera pensado que fue casual)
Pero algo comprendí.
Detrás de aquel misterio, de aquella nostalgia genética había un nombre, una identidad por la que luchar.
Tal vez fueran las ocho letras de súplica, el afán de creer que el horror no existe, que algo pasó, que algo tenía que pasar.
Quizá se tratara de una manera extraña de mantener viva la memoria.

Fue una tarea que le impusieron, un deber que no buscó. Sin embargo lo aceptó con la grandeza de quienes siempre cargarán el estandarte de la historia íntima.
Quizá su designio haya sido una torpeza.
O un intento por que una parte de la sangre permenezca viva en otro cuerpo.
Lo tomó con agallas.
Se hizo responsable de su nombre en honor a la verdad. A la lucha. Y al amor.

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