sábado, marzo 01, 2008

El beso

El triángulo de piel fosforescía con una intensidad absoluta. La misma que tiene la espuma de las olas del mar en la noche. La textura parecía la del tiburón, si se arrastran las yemas de los dedos a favor de la inclinación de las minúsculas escamas.
Sólo el tiburón es así, tan suave, le dije, mientras mis dedos jugaban en esa porción del mundo.
Ella rió dos veces y bajó los párpados. Presumí que le había parecido una comparación innecesaria, o aprendida. Pero me confesó tímidamente que jamás había tocado a un tiburón.
Entonces sonrió, y llevó mi cabeza, sólo con la mirada, con el gesto, hacia aquel lugar luminiscente.
El extremo del mar se dispersaba entre las rocas y la noche.
Apoyé mi boca sobre su cuerpo.

Lloviznaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tenés tanta sensibilidad y delicadeza al escribir, que con cada lectura de tus artículos me emociono...