lunes, diciembre 29, 2008

Primera crónica del Este

Como el espacio reservado para mis textos laborales no contempla la amplitud total de la mirada sobre Punta del Este, aquí intentaré presentarles lo que allá no puedo contar. Si se aburren avisen, y paro.


Los aeropuertos, dada su condición de no-lugar, tienen entre las cualidades que más me atraen que uno empieza a estar en el lugar de destino ya en la sala de embarque. En este caso, esa cualidad tuvo su connotación negativa: mi destino era Punta del Este, ese balneario que de uruguayo sólo tiene su ubicación geopolítica.

Como llegué temprano al Aeroparque tuve tiempo de relevar algunas cuestiones. Por ejemplo: de todos los viajes que hice (incluidos los europeos) jamás midió tan alta la densidad de población de pechos con siliconas (en las mujeres). Si a esa característica se le suma que el 90% de sus dueñas lucían en sus cabelleras una tintura casi de platino, empezaríamos a hablar de un record notable. La uniformización, de todos modos, no sólo incluyó este estilo de mujer. El estereotipo corría para casi todos: por ejemplo, las ancianas parecían todas clones de Barbara Bush (la madre del demonio): con sus saquitos claros y su pelo tieso por el spray y su collar de perlas (a propósito de las perlas, invito a todos a sospechar de cualquier mujer que las lleve como aros).

En eso pensaba mientras estaba sentado en un sobrepiso del micro que te lleva de la sala de embarque al avión. Como tardaba en arrancar, me puse a leer a Levrero, escritor uruguayo que prefería Colonia a Punta:

"También desvía mi atención el recuerdo de un sorprendente descubrimiento que realicé ayer de tarde, durante la siesta: descubrí que me desagrada profundamente el estado de relajación --especialmente cuando viene acompañado de una notable paz mental."
Antes de que arrancara tuve la posibilidad de dejar por un rato a Levrero y mirar cómo se iba llenando el ómnibus: parecía como si todo fuera ordenado deliberadamente; primero los rioplatenses, después los brasileños y brasileñas (incluidas dos modelitos, una de ellas abrazada a un cincuentón argentino con el buzo anudado a su espalda), y finalmente los europeos. En el medio, una parejita subió con su beba, de modo que cedí mi asiento entre comillas a la madre y a su hija. No me costó demasiado notar que tanto la chomba de la madre como el enterito y las medias de la beba (de meses) eran todos de esa marca Tommy Hilfigher. Igual a Mar del Plata, pensé en un momento de lucidez. Entonces me paré y quedé al lado de dos rubias platinadas vestidas como en Champs Elysees. Ya vuelto a las hojas de Levrero, una luz potente, incómoda y perfectamente dirigida a mi ojo izquierdo me impidió la lectura, y hasta me lastimó. Algo me encandilaba. Y ese algo era la chapita de la marca de la cartera de la rubia de al lado mío: Louis Vuitton.
Entonces me divertí con un jueguito: contar cuánto tiempo me duraba literalmente el sello de la marca en mi retina. Al cerrar los ojos seguí viendo esa chapa por casi un minuto y medio. No fue tan fuerte como la experiencia de mi hermano, que por mirar un eclispe, le quedó pasa siempre el medio sol que tanto disfrutó una tarde gesellina hace muchos años.
Después subí al avión y ya todo fue como siempre. Terminé a Levrero y volví a la Puna con Tizón. El vuelo es tan corto que no llegué a quedarme dormido. Aterrizamos. Todos, como siempre, nos paramos presas de la ansiedad (todos prendimos nuestros celulares antes de desabrocharnos el cinturón de seguridad). La fila estaba quieta, pero el señor gordo que estaba detrás mío no se dio cuenta, así que me empujó. Inmediatamente me pidió unas educadas disculpas, con la voz y con una palmada en mi brazo, que me permitió leer la frase impresa en su anillo plateado. Su anular me preguntaba: "¿Todo pasa?".

2 comentarios:

Victoria De Masi dijo...

Encandila el sol, el platinado. Pero encandila allá. Acá no. Así que esperamos estás crónicas outsiders, deliciosas, que superan el espacio laboral. Ese lugar ha de estar en la punta del este de otro mundo.
Saludísimos!

Anónimo dijo...

louis vuitton, platinadas, anillos, gomas artificiales(que lindo),perlas y mas marca.
me suena, ah !! ya se!!. hermano guarda esta cronica que cuando vengas a moscu vas a escribir lo mismo.
aunque aca nadie lava los autos