viernes, septiembre 14, 2007

Naturaleza muerta

Aparecen cada tanto. Caminan perfectamente alineadas sobre el mármol blanco, angosto, que rodea el lavabo de la cocina. Generalmente lo hacen atraídas por una pequeña cantidad de granos de azúcar derramados en el intento de ser llevardos a una taza; a veces, al detectar una miga de alfajor o rastros de mermelada de damasco. Son pequeñas, urbanas, ágiles y ordenadas. E incansables.
En Africa, comparada con otras invasiones, verlas sería apenas un detalle atractivo y casi ingenuo. Pero acá tienen la significación de un enjambre. Acá desatan una guerra tóxica.
A metros, o para ser más exactos, a segundos de mi mano, espera un tubo metálico. Basta agitarlo como si uno fuera el diablo murmurando al oído para terminar con todo. Un sonido corto y seco. Cae una lluvia espesa sobre el mármol. Y nada más.
Ahora, esa perfecta fila de hormigas no es más que una irregular sucesión de puntos inertes, cuerpecitos hechos bollo, aniquilados, achicharrados, esperando por un trapo que los recoja y los convierta así, injustamente, en nada.
Truena afuera.

3 comentarios:

Diego Sagardía dijo...

Tremendo.

Anónimo dijo...

Que bueno poder describir las pequeñas cosas y generar en los demás ganas de leerlas...

PD: copado el otro blog! Besos

Fero Soriano dijo...

gracias, exagerados visitantes.