martes, julio 24, 2012

Fragmento del libro "Cien horas con Fidel", conversaciones con Ignacio Ramonet





Algunos procuradores multiplican las acusaciones contra la Revolución Cubana, y la acusan constantemente de toda suerte de cosas. Usted que es abogado, ¿qué argumentos a favor de la Revolución les opondría?
Bueno, voy a ser largo, le advierto. Y voy a retomar algunos argumentos que dije en el discurso del aniversario 50 del Moncada. Porque, vamos a ver, ¿cuál es la culpa de Cuba? ¿Qué hombre honesto tiene razón para atacarla?
Con su propia sangre y con las armas arrancadas al enemigo, su pueblo derrocó una cruel tiranía de Batista impuesta por el gobierno de Estados Unidos, que poseía ochenta mil hombres sobre las armas. Fue el primer territorio libre del dominio imperialista en América Latina y el Caribe, y el único país del hemisferio donde, a lo largo de la historia poscolonial, torturadores, asesinos y criminales de guerra, que arrancaron la vida a decenas de miles de personas, fueron juzgados y ejemplarmente sancionados.
Recuperó y entregó totalmente la tierra a los campesinos y trabajadores agrícolas. Los recursos naturales y las industrias y servicios fundamentales fueron puestos en manos del único dueño verdadero: la nación cubana. En menos de 72 horas. luchando incesantemente día y noche, Cuba destrozó la invasión mercenaria de Girón organizada por un gobierno de Estados Unidos, lo que evitó una intervención militar directa de ese país y una guerra de incalculables consecuencias. La Revolución contaba ya con el Ejército Rebelde, más de 400 mil armas y cientos de miles de milicianos. Se enfrentó con honor, sin concesión alguna, al riesgo de ser atacada con decenas de armas nucleares en 1962. Derrotó la “guerra sucia” extendida a todo el país, a un costo de vidas superior al que pagó por la guerra de liberación. Soportó inconmovible miles de actos de sabotaje y ataques terroristas organizados por el gobierno de Estados Unidos. Frustró cientos de planes de asesinato contra los líderes de la Revolución.
En medio de un riguroso bloqueo y guerra económica que han durado casi medio siglo, Cuba fue capaz de erradicar en un año el analfabetismo, cosa que no han podido vencer, en más de cuatro décadas el resto de los países de América Latina —con la notable excepción de Venezuela, gracias a la revolución bolivariana—, ni tampoco Estados Unidos. Llevó la educación gratuita al ciento por ciento de los niños. Posee el más alto índice de retención escolar —más del 99 por ciento entre el preescolar y noveno grado— de todas las naciones del hemisferio. Sus alumnos de primaria ocupan el primer lugar del mundo en conocimientos de lenguaje y matemáticas. Ocupa igualmente el primer lugar mundial en maestros per cápita y menor cantidad de alumnos por aula. La totalidad de los niños con dificultades físicas o mentales estudian en escuelas especiales. La enseñanza de computación y el empleo de medios audiovisuales de forma intensiva se aplica hoy a la totalidad de los niños, adolescentes y jóvenes, en campos y ciudades.
El estudio con una remuneración económica del Estado se ha convertido, por primera vez en el mundo, en una oportunidad para todos los jóvenes de 17 a 30 años de edad que no estudiaban ni poseían empleo. Cualquier ciudadano tiene la posibilidad de realizar estudios que lo conduzcan desde el preescolar hasta la obtención del titulo de Doctor en Ciencias sin gastar un solo centavo. La nación cuenta hoy con más de treinta graduados universitarios, intelectuales y artistas profesionales por cada uno de los que existían antes de la Revolución. El nivel promedio de conocimientos de un ciudadano cubano alcanza ya no menos de nueve grados. No existe en Cuba ni siquiera el analfabetismo funcional.
Escuelas de formación de artistas y de instructores de arte se han extendido a todas las provincias del país, donde cursan estudios y desarrollan su talento y vocación más de veinte mil jóvenes. Decenas de miles adicionales lo hacen en escuelas vocacionales, que son canteras de las escuelas profesionales. Las sedes universitarias se extienden y abarcan a todos los municipios del país. Jamás se produjo en ninguna otra parte tan colosal revolución educativa y cultural, que convertirá a Cuba, por amplio margen, en el país con más conocimientos y más cultura del mundo, aferrada a la profunda convicción martiana de que sin cultura no hay libertad posible.
La mortalidad infantil se ha reducido de 60 por mil nacidos vivos a una cifra que fluctúa entre 6 y 6,5. [9] Es la más baja del hemisferio, desde Estados Unidos a la Patagonia. Las perspectivas de vida se han elevado en 15 años. Enfermedades infecciosas y transmisibles como la poliomielitis, el paludismo, el tétanos neonatal, la difteria, el sarampión, la rubéola, la parotiditis, la tos ferina y el dengue han sido eliminadas; otras como el tétanos, la meningitis meningocócica, la hepatitis B, la lepra, la meningitis por hemófilos y la tuberculosis, están totalmente controladas. Hoy en nuestro país mueren las personas de iguales enfermedades que en los países más altamente desarrollados: cardiovasculares, tumorales, accidentes y otras.
Una profunda revolución se lleva a cabo para acercar los servicios médicos a la población, a fin de facilitar su acceso a los centros de asistencia, preservar vidas y aliviar dolores. Profundos estudios se realizan para romper la cadena, mitigar o reducir al mínimo los problemas de origen genético, prenatales o asociados al parto. Cuba es hoy el país con el más alto índice de médicos per cápita; casi duplica el número de los que la siguen detrás.
Los centros científicos laboran sin cesar para buscar soluciones preventivas o terapéuticas contra las enfermedades más graves. Los cubanos dispondrán del mejor sistema medico del mundo, cuyos servicios continuarán recibiendo de forma absolutamente gratuita. La seguridad social abarca al ciento por ciento de los ciudadanos del país.
El 85 por ciento de la población es propietaria de la vivienda. Esta está libre de todo impuesto. El 15 por ciento restante paga un alquiler absolutamente simbólico, que apenas se eleva al 10 por ciento del salario.
El uso de drogas alcanza a un ínfimo número de personas, y se lucha resueltamente contra él. La lotería y otras formas de juego lucrativo fueron prohibidos desde los primeros años de la Revolución para que nadie cifrara su esperanza de progreso en el azar.
Nuestra televisión, radio y prensa no practican la publicidad comercial. Cualquier promoción está dirigida a cuestiones de salud, educación, cultura, educación física, deporte, recreación sana, defensa del medio ambiente; a la lucha contra las drogas, contra los accidentes u otros problemas de carácter social. Nuestros medios de difusión masiva educan, no envenenan ni enajenan. No se rinde culto ni se exaltan los valores de las podridas sociedades de consumo.
No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva, como estatuas, fotos oficiales, nombres de calles o instituciones. Los y las que dirigen son personas y no dioses.
En nuestro país no existen fuerzas paramilitares ni escuadrones de la muerte, ni se ha usado nunca la violencia contra el pueblo, ni se realizan ejecuciones extrajudiciales, ni se aplica la tortura. Se cultiva la fraternidad y la solidaridad entre los hombres y los pueblos dentro y fuera del país.
Se educa a las nuevas generaciones y a todo el pueblo en la protección del medio ambiente. Los medios masivos de difusión se emplean en la formación de una conciencia ecológica. Nuestro país defiende con firmeza su identidad cultural, asimila lo mejor de las demás culturas y combate resueltamente contra todo lo que deforma, enajena y envilece. El desarrollo del deporte sano y no profesional ha conducido a nuestro pueblo a los más altos índices de medallas y honores a nivel mundial.
Las investigaciones científicas, al servicio de nuestro pueblo y de la humanidad, se multiplicaron centenares de veces. Producto de este esfuerzo, importantes medicamentos salvan vidas en Cuba y en otros países. Jamás se investigó ni elaboró arma biológica alguna, lo cual estaría en absoluta contradicción con la formación y la conciencia en que ha sido educado y se educa nuestro personal científico.
En ningún otro pueblo se enraizó tanto el espíritu de solidaridad internacional. Nuestro país apoyó a los patriotas argelinos en su lucha contra el colonialismo francés, a costa de afectar las relaciones políticas y económicas con un país europeo tan importante como Francia. Enviamos armas y combatientes para defender a Argelia contra el expansionismo marroquí cuando el rey Hassan II de ese país quiso apoderarse de las minas de hierro de Gara Yebilet, en las proximidades de la ciudad de Tinduf, en el suroeste de Argelia.
El personal completo de una brigada de tanques montó guardia a solicitud de la nación árabe de Siria entre 1973 y 1975 frente a las alturas del Golan, cuando esa parte del territorio fue injustamente arrebatada a aquel país.
El líder de la República del Congo recién alcanzada su independencia, Patricio Lumumba, acosado desde el exterior, recibió nuestro apoyo político. Asesinado éste por las potencias coloniales en enero de 1961, prestamos ayuda a sus seguidores. Cuatro años después, en 1965, sangre cubana se derramó en la zona occidental del lago Tanganyika, donde el Che, con más de cien instructores cubanos, apoyaron a los rebeldes congoleses que luchaban contra mercenarios blancos al servicio de Mobutu, el hombre de Occidente, cuyos cuarenta mil millones de dólares robados no se sabe en qué bancos europeos están guardados, ni en poder de quién.
Sangre de instructores cubanos se derramó entrenando y apoyando a los combatientes del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde que, bajo el mando de Amllcar Cabral, luchaban por la independencia de estas antiguas colonias portuguesas.
Otro tanto ocurrió durante diez años ayudando al MPLA de Agostinho Neto en la lucha por la independencia de Angola. Alcanzada ésta, y a lo largo de quince años, cientos de miles de voluntarios cubanos participaron en la defensa de Angola frente al ataque de las tropas racistas surafricanas que, en complicidad con Estados Unidos y utilizando la guerra sucia, sembraron millones de minas, arrasaron aldeas completas y asesinaron a más de medio millón de hombres, mujeres y niños angolanos. En Cuito Cuanavale y en la frontera de Namibia, al suroeste de Angola, fuerzas angolanas y namibias y cuarenta mil soldados cubanos asestaron un golpe definitivo a las tropas surafricanas, que contaban entonces con siete bombas nucleares suministradas o ayudadas a producir por Israel con pleno conocimiento y complicidad del gobierno de Estados Unidos. Esto significo la inmediata liberación de Namibia, y aceleró tal vez en veinte o veinticinco años el fin del apartheid.
A lo largo de casi quince años, Cuba ocupo un lugar de honor en la solidaridad con el heroico pueblo de Vietnam, en una guerra bárbara y brutal de Estados Unidos, que mató a dos millones de vietnamitas, aparte de la cifra de heridos y mutilados de guerra; que inundó su suelo de productos químicos que han causado incalculables daños aún presentes.
Sangre cubana se derramó junto a la sangre de ciudadanos de varios países latinoamericanos, y junto a la sangre cubana y latinoamericana del Che, asesinado por instrucciones de los agentes de Estados Unidos en Bolivia, cuando se encontraba herido y prisionero y su arma había sido inutilizada por un balazo en el combate.
Sangre cubana de obreros de la construcción que estaban ya a punto de concluir un aeropuerto internacional que era vital para la economía de una pequeñísima isla que vivía del turismo, se derramó combatiendo en defensa de Granada, invadida por Estados Unidos con cínicos pretextos.
Sangre cubana se derramó en Nicaragua cuando instructores de nuestras Fuerzas Armadas entrenaban a los bravos soldados nicaragüenses que enfrentaban la guerra sucia organizada y armada por Estados Unidos contra la revolución sandinista.
Y no he citado todos los ejemplos. Pasan de dos mil los heroicos combatientes internacionalistas cubanos que dieron su vida cumpliendo el sagrado deber de apoyar la lucha de liberación por la independencia de otros pueblos hermanos. En ninguno de esos países existe una propiedad cubana. Ningún otro país en nuestra época cuenta con tan brillante página de solidaridad sincera y desinteresada.
Cuba predicó siempre con su ejemplo. Jamás claudicó. Jamás vendió la causa de otro pueblo. Jamás hizo concesiones. Jamás traicionó principios. Por algo fue reelecta, en julio de 2003, por aclamación, en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, como miembro por tres años más de la Comisión de Derechos Humanos, integrando ese órgano de manera ininterrumpida desde hace quince años.
Más de medio millón de cubanos cumplieron misiones internacionalistas como combatientes, como maestros, como técnicos o como médicos y trabajadores de la salud. Decenas de miles de estos últimos han prestado servicios y salvado millones de vidas a lo largo de más de cuarenta años. En la actualidad, más de tres mil especialistas en medicina general integral y otros trabajadores de la salud laboran en los lugares más recónditos de 18 países del Tercer Mundo, donde mediante métodos preventivos y terapéuticos salvan cada año cientos de miles de vidas, y preservan o devuelven la salud a millones de personas sin cobrar un solo centavo por sus servicios.
Sin los médicos cubanos ofrecidos a la Organización de Naciones Unidas en caso de obtener ésta los fondos necesarios —sin los cuales naciones enteras y hasta regiones completas del África Subsahariana corren el riesgo de perecer—, los imprescindibles y urgentes programas de lucha contra el SIDA no podrían realizarse.
Cuba ha desarrollado técnicas para enseñar a leer y escribir por radio con textos hoy elaborados en cinco idiomas: creole, portugués, francés, ingles y español, que ya están siendo puestos en práctica en algunos países. Hemos concluido un programa similar en español, de excepcional calidad, para alfabetizar por televisión. Son programas ideados por Cuba y genuinamente cubanos. No nos interesa la exclusividad de la patente. Estamos en disposición de ofrecerlos a todos los países del Tercer Mundo, donde se concentra el mayor número de analfabetos, sin cobrar un solo centavo. En cinco años, los ochocientos millones de analfabetos, a un costo mínimo, podrían reducirse en un 80 por ciento.
Me paro aquí para no agobiar, pero podría seguir...
El balance es impresionante, ¿cómo cree usted que la historia lo juzgará a usted?
Es algo que no vale la pena preocuparse. ¿Sabe por qué? Porque ha cometido tantos errores esta humanidad, se han hecho tantos disparates, que si logra sobrevivir, lo cual está por demostrar, si logra sobrevivir, dentro de cien años la gente nos mirará como tribus de bárbaros y de incivilizados que no valdrá la pena recordar.
Quizás recordarán una etapa histórica en que la humanidad casi desaparece, que ocurrieron cosas terribles; pero cuando éramos unos bárbaros incivilizados. Ese es el concepto que tendrá de nosotros aquella generación. Las futuras generaciones nos mirarán como nosotros mirábamos al hombre primitivo, tengo esa convicción.
Entonces, carecerla de sentido ponerse a hacer un legado... Pienso así, sinceramente pienso eso. A mí me interesa más el prestigio que pueda tener el país, por la lucha, por la batalla, pero no vinculado a mi persona.
Mire usted, he leído muchas cosas. Bolívar y personalidades incluso muy eminentes... Napoleón hablaba de la gloria, era constante su preocupación por la gloria. Bien, hoy, en muchos países, casi se conoce más el nombre de Napoleón por el coñac que utiliza su nombre, que por todo o que hizo Napoleón. Yo estoy seguro de que si les hago un examen a los jóvenes adolescentes de tal y de cual país de quién era Napoleón, no saben ni cOmo se llamaba, y quizá sea más la gente que conozca que hay un coñac que se llama Napoleón y que es muy bueno. Entonces yo digo: ¿para qué preocuparse?
Hombres como Bolívar hablaban mucho de la gloria y yo he sido siempre un gran admirador de Bolívar, y una vez, en un discurso, en la universidad, dije: “Bolívar hablaba de la gloria, pero Bolívar no fue un conquistador de pueblos.” Alejandro fue un conquistador de pueblos, y un creador de imperios; de paso llevó el virus de la cultura, llamémoslo así, un virus positivo. Llevó cultura y todo lo demás. Bueno, también hay grandes personajes guerreros, Aníbal, Julio César, todos eran conquistadores, eran militares.
Si usted analiza, hace relativamente poco tiempo que a los jóvenes se les enseña que Shakespeare fue un gran escritor y un gran valor; que otros hicieron grandes obras de pintura; que otros fueron filósofos brillantes; otros fueron poetas brillantes, creo que hasta hoy no superados. En fin, a los de grandes méritos intelectuales, los grandes creadores de la música, la pintura, el teatro, la literatura y todo eso, los conocían muy pocos, y la historia que nos enseñaban a nosotros no mencionaba esos casos, sólo nos hablaban de Cristóbal Colon, Hernán Cortés, conquistador; Pizarro, Magallanes, que si le dio la vuelta al mundo; Napoleón; Drake el pirata; Jerjes, el emperador de los persas en las Termópilas; Julio César, Aníbal, todos aquellos guerreros y de Occidente, porque a los guerreros del Oriente no los conocía nadie.

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